La niebla tiño de blanco la carretera, las hojas caían cuan
gotas de lluvia. Dentro, en el coche, sólo podía escuchar la música que salía
compulsivamente por los altavoces, y de pronto, al fondo, una mancha roja cubría
la carretera, un frenazo brusco rompió de imprevisto el cristal delantero y un
cuerpo entró en el habitáculo, un golpe seco en el asiento del acompañante
nublo la vista de él, y pudo sentir la sangre sobre su brazo caliente aún.
Ya no conduce, vaga entre las callejuelas contando que no
fue él que fue la niebla.
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